sábado, 31 de enero de 2009

La Falsa Prudencia


La prudencia se ve comprometida no sólo por la insensatez inconcluyente y ociosa, sino también por toda una serie distinta de actitudes no menos deletéreas, debido a que a menudo tienden a confundirse con expresiones auténticas del obrar. Las falsificaciones (en pintura, en escultura, etcétera) no dejan de ser tales aunque estén realizadas con maestría. Los términos que connotan este contexto, en el cual el engaño es frecuente y que está claramente reprobado en la tradición bíblica, son muy evocativos: astucia, engaño, reticencia, rodeos, fraude, aprensión ansiosa, pávida, posesiva. Los medievales, siguiendo a la Vulgata, que traducía por "prudentia carnis" el fronema paulino (Rom 8,7), connotaban con aquel término todas las percepciones que tratan de colocar el fin en los bienes terrenos en vez de en la comunión con Dios.

Es prudencia mundana la de los intrigantes que, orientados hacia metas temporales injusta y falsamente elevadas al rango de fin supremo, reflexionan y deciden basándose sólo en ellas la conducta cotidiana. Tomás, en virtud del principio según el cual la prudencia es la recta razón en el campo de lo agible, distingue dos pecados que, aunque se oponen a la prudencia, revisten sus apariencias.
El primero depende de que la razón endereza su actividad a un fin que es bueno sólo en apariencia, no en realidad.El segundo depende del hecho de que una persona, para conseguir su fin, sea bueno o malo, se sirve de caminos simulados, fingidos y no verdaderos.
El engaño y el fraude constituyen las formas específicas que asume la astucia cuando pone en práctica el plan meditado. El primero se practica en el enredo de palabras y de hechos, en la vacuidad verbosa y sórdida a que recurren los engañadores y vendedores de humo. El fraude encarna las maquinaciones de los estrategas y los tácticos.

Distinta, aunque convergente en los .resultados, es la aprensión, angustiosa y angustiante, respecto al tener y al futuro. Estas falsas prudencias hunden sus raíces en la deformación que lleva a disociar el tener del ser, a favorecer el primero y a presumir de garantizarse a sí mismo a través del éxito, las riquezas y el poder.

La experiencia confirma lo difundido y pernicioso de esta falsificación, que impide cultivarse como inteligentes y disponibles, y que se manifiesta en las tácticas y estrategias inspiradas en el ansia de la autoconservación, de la avidez de poder, del miedo preconcebido ante lo nuevo y del todavía no, de las manías conservadoras, de todas las actitudes que impiden mantenerse con fidelidad y verdad en la historia y perseguir en una aportación recíproca la realización del bien humano.

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